Situada al noreste de Pau, esta histórica capital bearnesa de 1080 a 1260 tuvo un brillante desarrollo gracias a los Fors de Morlaàs, una carta de privilegios que hizo de Béarn un auténtico precursor en materia de justicia y democracia. De esta próspera época, en la que los vizcondes residían en este lugar y acuñaban moneda, quedan muchos vestigios del pasado, como la iglesia de Sainte-Foy, una joya del arte románico. Muchos peregrinos de Santiago de Compostela vienen aquí a rezar. Durante un tiempo, la ciudad cayó en desuso, pero a principios del siglo XVIII volvió a tener éxito con el lanzamiento de una industria artesanal que le dio fama, la del mueble. Los mercados, verdaderas tradiciones seculares, siguen existiendo hoy en día.